Clara, la de la vida oscura, votó
temprano en la mañana, regresó a su casa y se tomó una dosis de somníferos
suficiente para dormir a un elefante. Ella no se sentía capaz de esperar
despierta las horas que la separaban del resultado definitivo de la elección
presidencial. Dormía inquieta, rechinando con ansiedad sus blanquísimos
dientes, girando de un lado a otro, de derecha a izquierda... Soñaba con Nitu,
Carla, Kiko, todos de la mano celebrando la victoria en la pantalla de
Glovovisión, miénteme por piedad yo te lo pido... Entonces, entre sueños, llegó
él.
Un fantasma, tenía que ser un
fantasma porque nadie que esté vivo brilla en verde neón, verde ectoplasma,
aclaró él mismo a Clara, cuya dopada mente fue capaz de aceptar sin asombro tan
asombrosa explicación.
Soy el espíritu de la Chavidad
-agregó- y vengo para que demos un paseito.
-¡Primero muerta! -le espetó
Clara con desprecio- Yo no paseo con fantasmas y menos si son chavistas.
Oídos sordos, el espíritu de la
chavidad tomó a Clara de la mano y ¡zuas!, dejando un reguero de papelillos
rojos, volaron los dos por la ventana. Volaron por el cielo nocturno,
esquivando cohetones que celebraban la derrota del presidente saliente. -Supuso
Clara sonriendo por primera vez en catorce años-.
¡Zuas! Con otro reguero de
papelillos, esta vez amarillos, entraron por la ventana de la casa de su
suegra.
-¿Qué hacemos aquí? ¿Que hago yo
allá? -Preguntó Clara al verse a si misma, junto a su esposo y sus hijos,
durmiendo todos atapuzados en una habitación prestada.
-Duermes, Clara, ahora ese es tu
cuarto, aquí vives con tus hijos, con tu esposo, con tus cuñados y sus hijos
que duermen en el cuarto de al lado... Vives en casa de tu suegra que, por
cierto, no te soporta...
-¿Por qué vivo en el apartamento
de esa bruja si yo tengo mi propia casa con piscina y todo?
-Las cuotas balón, Clara, los
créditos indexados. La liberación de los tipos de interés... Ya sabes, el
camino al progreso... Tú votaste por él. El cuento, para hacerlo corto, es que
no pudieron tu esposo y tú con los intereses sobre los intereses al 80% anual y
perdieron primero la casa, luego el apartamento en la playa, las dos
camionetas, y el negocio, porque, en este camino, el que la debe la teme y tú
estabas más que endeudada con los banqueros chupasangre, que ya no son prófugos
y regresaron para ser tus verdugos...
¡Zuas! Reguero de papelillos
negros en el súpermercado.
-¿Queeeé? ¿Ochenta bolívares un
huevo? ¿La leche a a cuatrocientos bolos el kilo? ¿Se volvieron locos?
-No, mija, es que votaste por el
libre mercado, la mano invisible y todas esas cosas, pero tranquila que la
Perrarina está a cuarenta el saquito y, en el fondo y con los ojos cerrados,
sabe a Corn Flakes... ¿Seguimos volando? ¿Quieres ver lo que pasó con el cargo
de director ejecutivo de tu marido una vez que llegó el ALCA?... Te doy una
pista, ahora el director se llama Billy y la oficina queda en Guatepeor, ya
sabes, la productividad, recortes de gastos, recorte de personal, mayores
beneficios para la empresa... You know, por la salud de las finanzas.
-¿Botaron a mi marido? ¡Noooooo!
Mejor vamos a hacer como en el cuento de navidad de verdad y regresamos, y
todavía era 7 de octubre en la mañana y yo no había votado, no habíamos votado
y no metimos la pata y estamos a salvo... Estamos a tiempo...
-Lo lamento, este no es el mismo
cuento, aquí no hay regreso, ya votaron, ya es el día siguiente, ya no hay nada
que hacer... Ya pasó lo que pasó...
-Que los chavistas votaron por
ti, o sea, ¡uh ah!
Decente y pensantemente, Clara
negándose a creerle a un fantasma, de paso, chavista, despertó de golpe, corrió
a la tele para escuchar de los labios fruncidos de Nitu que el saliente o era
tal sino más bien repitiente.
Clara, lívida, con los ojos
llenos de lágrimas, miró al espíritu de la chavidad. Él la miró conmovido y
quiso abrazarla. Ella, sin dejar de mirarlo, alcanzó una cacerola que guarda
junto a su cama y se lanzó contra él blandiendo el cucharón a juego cual lanza
vengadora.
¡Zuas! Sin papelillos ni nada
desapareció el espíritu de la chavidad de la vida oscura de Clara, mientras
ella le gritaba: ¡Somos seis millones y exigimos respeto! ¿Oyeron, estúpidos
ocho millones de chavistas ignorantes? ¡Libertad, libertad...! ¡Plaka, tlaca,
taca, plak! -caceroleó hasta caer extenuada.
Esta historia, lamentablemente,
continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario