jueves, 8 de noviembre de 2012

Comunicación y revolución


María de la Linares
Al foro celebrado en la Unearte le faltó espacio. Los organizadores fueron pesimistas al calcular la gente que asistiría a una convocatoria sobre un tema que, por trillado, parecía calichoso. Pero como quiera llevamos largos catorce años discutiendo sobre política comunicacional, el entusiasmo manifestado por el público que se aglomeró a las puertas y no alcanzó a entrar, evidencia una sed enorme de información.

Lamentablemente, nos contamos entre quienes sólo alcanzamos a ver fracciones por televisión. Pero lo que escuchamos nos bastó para sentir que un aire fresco está entrando por la ventana, señal de que tal vez ahora sí logremos alcanzar el preciado objetivo de que todos sepamos lo que estamos haciendo. Sería mezquino desconocer lo que se ha hecho hasta ahora, los esfuerzos de tantos colegas que han intentado enderezar la mesa, la cantidad de recursos que se han invertido para modernizar los medios del Estado, la enorme pila de libros publicados, de emisoras comunitarias fundadas, de periodiquitos circulando. Ese trecho recorrido no se debe perder de vista, pero hay que revisarlo, evaluarlo, auditarlo, para saber si se corresponde con las necesidades de los usuarios, que son el pueblo todo.

Hemos vivido, hasta ahora, con la hegemonía de los medios convencionales de comunicación a cuestas. Es un lastre que ha sido muy pesado, sobre todo porque ha remado en contra de la corriente revolucionaria, aún a sabiendas que negarle información al soberano, va contra el principio fundamental que le da vida a un MCS. Por eso vimos con mucho agrado a un gentío pujando por hacerse de un micrófono y contar su pequeña historia, la de su comunidad, la de un colectivo que no tiene quien lo escuche, pero que logró hacerse presente en ese auditorio para clamar por tener voz.

Fue una reunión de una hermosa horizontalidad, informal, sin mucho protocolo, como deberían ser los espacios y los encuentros entre personas que intentan forjar un mundo diferente. Ojalá ese despojo de paltó y corbatas, de maquillajes, donde se privilegie el fondo por encima de las formas, el contenido del discurso por encima de la escenografía, vaya llegando poco a poco a los medios del Estado y se comiencen a construir espacios de información, opinión y entretenimiento originales, no malas copias de lo que nos viene enlatado, sino versiones criollas de nuestro propio existir. No es nada fácil la tarea. En el camino de la colonización cultural, hemos perdido buena parte de nuestra identidad y con ella el amor por lo nuestro, por nuestras tradiciones, por nuestra música.

Hemos caído fácilmente en la trampa de los clichés de belleza, en las siliconas, en la información a lo CNN, en los presentadores bonitos y damas bien peluqueadas. Faltan negros e indios en los escenarios de nuestra televisión. A las emisoras de radio les son insuficientes los teléfonos para atender a tanta audiencia que quiere manifestarse. Es indispensable que el Correo del Orinoco llegue hasta nuestras fronteras y deben existir tantos diarios “Ciudad Caracas”, como capitales tiene el país. Falta saber si los medios comunitarios realmente atienden necesidades de información de los colectivos para los cuales fueron creados y si se canalizan adecuadamente sus inquietudes. En fin, falta espacio para un tema tan apasionante. Pero, bien, vamos bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario