Martín Guédez
Hermano o hermana compatriota de esto que algunos llaman
clase media, ojalá venzas escrúpulos y me leas. Que no apoyes el proceso de
cambios que tiene lugar en nuestra patria no tiene fundamentos lógicos,
razonables o éticos, pero en todo caso es algo a lo que tienes derecho en un
país profundamente democrático como el nuestro. Ahora, que esa aversión tenga
su origen en la manipulación y la mentira propagada por unos cuantos mercaderes
de la miseria y sus medios de desinformación desdice mucho de tu condición de
persona buena, formada y con estudios. Lo menos que podríamos esperar de un
profesional o una profesional es un cierto grado de rigor científico en el
análisis. Veamos:Asumiendo que en una importante mayoría somos cristianos este mensaje guarda el caro deseo de llamarte a la reflexión, al análisis y al encuentro con la verdad, esa misma que nos hace libres, y con ello salvar la patria entre todos.
Desde que existe la propiedad privada de los medios de producción (bancos, fábricas, grandes haciendas, etc.) y la organización social está dividida en clases, personas pobres –entendiendo por ello a las personas que se encuentran en situación de minusvalía y que no tienen más capital que su fuerza de trabajo convertida en mercancía- los hemos tenido siempre, por lo que confrontado con la afirmación bíblica de que “al principio no era así”, se puede colegir que la situación de pobreza y riqueza que separa a los seres humanos y condiciona gravemente la justicia al condenar a unos –los más- a no tener oportunidades y premiar a otros –los menos- a disponer de ellas a su antojo, es consecuencia del pecado y el pecado realmente original, digitalizado y a colores es la explotación del hermano por el hermano, la apropiación de su derecho a la vida y la negación –por voluntad humana- a una existencia digna. Veamos:
El pecado es en su forma más simple desobediencia a Dios. El
pecado es ir contra su voluntad dando vida a la antigua oferta de Satanás -“y
seréis como dioses”- para así imponer la voluntad no de Dios sino del hombre.
La pobreza es pues, una consecuencia de la conducta humana y no la voluntad de
Dios. Es cierto, que debido a las diferencias naturales entre los seres humanos
siempre habrá unos más talentosos que otros y
habrá unos dotados de unas habilidades naturales para ciertas cosas
definitivamente superiores a otros, pero eso no es óbice para justificar y ni
siquiera explicar, las espantosas diferencias que existen entre unos seres
humanos y otros. Esas asimetrías, insisto, no son consecuencia de esas
diferencias naturales, sino de la pérdida del valor más estrictamente humano,
como es el amor y todos sus hermosos frutos: la solidaridad, la misericordia,
el perdón y la solidaridad con el otro o la otra.
La vida natural cotidiana referida a los meros lazos de la
sangre así nos lo enseña. No existe una familia en la que se distribuya la
comida, los cuidados básicos o el trato en el hogar en función de odiosas
diferencias físicas, intelectuales o formales de cualquier tipo entre unos
miembros de la familia y otros. Al contrario, la característica más
marcadamente humana es la preferencia -en cualquier familia, deben admitirlo- a
brindar mayor cuidado y hasta mimo a los más débiles o enfermos. En esos casos tan cotidianos la naturaleza humana funciona muy bien y con altísimos valores éticos. ¿Por qué entonces no se tiene similar conducta cuando se trata del prójimo, es decir del hermano en el espíritu? La respuesta surge clara y desafiante para todas y todos: Porque no se les concibe como prójimo, como hermano e hijo de un mismo padre. Porque no son de los “nuestros” Porque los reductos carcelarios a los que el pecado nos somete no nos deja ver con claridad la dimensión fraterna de la humanidad. Para un cristiano –que con honestidad intenta serlo- esta reflexión es ineludible: ¿Cómo verá Dios el espantoso espectáculo de indiferencia, soberbia y egoísmo que damos cada día ante la situación de miles de millones de sus hijos sufriendo hambre y opresión? Debe ser muy doloroso, para su corazón de Padre bueno de todas y todos -así lo llamamos “Padre”- la conducta de sus “hijos” Cómo deben repugnarle nuestros cultos, oraciones y posturas tan reñidas en la práctica con su voluntad y deseo que no es otro que la justicia y el amor entre sus hijos.
Calderón de la Barca en el Gran Teatro del Mundo, plasma en algunos versos la situación sicológica del pobre cuyo clamor llega hasta el Padre clamando por justicia. Al repartirle el Autor el papel de pobre en esta tragedia, replica éste
“¿Por qué tengo yo que hacer
el pobre de esta comedia?
¿Para mí ha de ser tragedia
y para los otros no?
Es mi papel de aflicción,
es la angustia, es la miseria,
la tristeza, la laceria,
la desdicha, la pasión,
el dolor, la compasión,
el suspirar, el gemir,
el padecer, el sentir,
importunar y rogar,
el nunca tener que dar,
el siempre haber de pedir"[i]
Hemos de saber que el autor de la comedia no es Dios, sino el
hombre que lo explota, y con este “hombre” , los autores somos todos los
hombres y mujeres, unos por esclavizar y otros por permitirlo. Es desafío
insoslayable para el cristiano esta situación de sordera y dureza de corazón.
Otro autor (Pérez Esclarín) más
contemporáneo, nos deja otras páginas de alarma que deben concienciarnos a
todas y todos:“Dices que quieres saber de mí. La verdad que no se como me encuentro. Mi vida es noches y soles. Zarandeando por ratos de optimismo y negruras lentas, preñadas de soledad. Como las olas, en continuo altibajo que se estrella y vuelve a nacer de su propia muerte. Me invaden con frecuencia el cansancio y el desánimo. Me parece que no estoy haciendo nada. La miseria no se tapa ni con palabras ni con buenos deseos. Me podrás decir que tenga más fe y paciencia. Esperar una luz de un horizonte negro. Pero esto es heroico y, peor, tampoco resuelve nada”[ii]
No se puede poner en duda que, así como el clamor de su pueblo llegó hasta Dios y constituyó a Moisés en su instrumento para salvarlo de la iniquidad de la esclavitud en Egipto, porque el valor de ese pueblo es precioso para Él, del mismo modo y más alto aún, el pueblo de la Nueva Alianza, nuestro pueblo, ese mismo que has aprendido a ignorar y despreciar, clama a Dios Padre. Clama este ser humano de nuestros tiempos por cuya liberación y salvación dio la vida su propio hijo Jesucristo. Y ese clamor no cesará –por más que se quieran cerrar los oídos y ojos del alma- hasta que brille la justicia como la aurora delante de todas las personas.
Para una persona de buena voluntad es insoportable la realidad lacerante que presenta la humanidad, es un desafío insoslayable a toda interpretación de la naturaleza propia de cualquier civilización realmente humana. ¿Cómo puede justificarse que en momentos en los cuales el hombre ha alcanzado niveles de productividad impensables y fabulosos, las asimetrías sociales en el orden global alcancen cifras tales que casi la mitad de los seres humanos estén condenados a la muerte o degradación por hambre? Todo intento de buena fe por establecer mecanismos de equidad en nuestras sociedades sólo puede recibir el más comprometido y caluroso respaldo de las grandes mayorías. El proceso de justicia que hoy se vive en Venezuela sólo puede recibir tu respaldo comprometido por encima de cualquier veleidad intrascendente o prejuicio inoculado.
Esto resulta especialmente cierto para las capas medias de la población precisamente porque están formadas por personas que han respondido –a veces heroicamente- a las pocas oportunidades que la vida les brindó en otro tiempo difícil. Nuestras capas medias no están formadas generalmente, por miembros de una especie de nobleza venida a menos, sino qué, como norma la forman –o formamos- aquellos que fuimos capaces de empinarnos sobre la dureza de las condiciones económicas y sociales de origen hasta obtener algunos resultados fruto de una vida dedicada al estudio y al trabajo con constancia y sacrificio.
También es necesario reivindicar el papel sacrificado que en estas pequeñas conquistas tuvieron nuestros padres o mayores y su ejemplo enaltecedor. ¿Podemos ignorar acaso el hecho de cientos de millones de niños y niñas a los cuales les es negado todo en el mundo, y en muchos casos, hasta ese ejemplo familiar de vida honesta y equilibrada fuente de todos los valores?, ¿Podemos ser indiferentes ante las condiciones desgarradoras en las cuales aún crecen nuestros niños y niñas? Con la mano en el corazón y la mirada puesta en el Dios Padre bueno de todos simplemente no podemos. No podemos, salvo que el endurecimiento y la indiferencia inyectada por la subcultura del consumo y la competitividad capitalista hayan alcanzado tan graves cotas en la degradación de nuestro juicio ético que rayemos en el no retorno a la vida.
Sin embargo, pareciera que eso está ocurriendo. Pasé horas observando con un fuerte nudo en la garganta a decenas de jóvenes en un centro comercial sin más espacio en su corazón que ellos mismos y sus egos ¿Cómo hemos permitido que este bombardeo mediático absolutamente tóxico haya afectado a tal punto a los sectores jóvenes de nuestras capas medias? sin duda que habremos de responder ante Dios por este crimen de lesa humanidad perpetrado en nuestros propios muchachos y muchachas ¿Cómo hemos tolerado que durante años miserables gigantes en dinero y liliputienses en lo humano hayan grosera, falaz e impunemente, inoculado tanto desprecio e indiferencia por el prójimo?
Algún día, las capas medias (profesionales, técnicos e intelectuales) de nuestra generación habrán de construir su propio muro de los lamentos donde llorar su torpeza y cobardía y pedir con dolorinterminable perdón a Dios. Cuando hallemos el valor de mirarnos con espíritu de conversión y arrepentimiento, veremos como tantos instrumentos vergonzantes del ayer adquirirán nueva dimensión ante nuestra propia miseria. A otros más emblemáticos, al menos, quizás les quedó el consuelo de haber sido engañados por verdaderos gigantes de la manipulación: Hitler, Goebbels, Mussolini, Franco, etc., pero, ¿cuáles serán los nombres que reivindiquen la autoría de nuestro engaño? ¿Acaso, Granier, Ravell, Miguel Henrique Otero, Andrés Mata… y sus peones de ocasión Leopoldo Castillo, Antonetti, Carla Angola o Giusti?, ¡¡¡ Qué vergüenza ¡!!.
Pero, nunca es tarde cuando la dicha es buena, tenemos la oportunidad de recuperar nuestra capacidad crítica. Pregúntense: ¿Contra cuál dictadura o régimen totalitario están peleando? ¿Dónde están los presos realmente políticos?, ¿Dónde está la censura y la opresión?, ¿Dónde están los medios cerrados o los periodistas encarcelados por ejercer su libertad de expresión?, ¿Dónde están las trabas que impiden a nuestros emprendedores trabajar e invertir?, ¿Dónde están las prohibiciones de huelga o la suspensión de garantías constitucionales?, ¿Será acaso en esa maravilla tan adversada, negada, utilizada e incomprendida: la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela?, porque, si es allí, -y no hay otro lugar- sería bueno que la ojeásemos al menos, puedo garantizarles -como lo he hecho con cientos de estudiantes totalmente manipulados e indispuestos pero nobles al fin- que después de leída y razonada el único sentimiento posible es del inmenso orgullo, amor y profundo respeto por el Proyecto de País allí descrito y contemplado.
Si algo así –libres de prejuicios hicieran ustedes- encontrarían el más hermoso de los caminos para las inquietudes y aspiraciones más humanas en la construcción de un mundo nuevo.
No es posible que siendo cristianos les duelan los derechos
sociales alcanzados por las familias más pobres o los derechos de toda índole
garantizados para el bien y la justicia en el trato con nuestros millones de
niños y niñas, jóvenes, ancianos y ancianas, hombres y mujeres eternamente
excluidos y al margen de toda oportunidad hoy reivindicados por el gobierno
revolucionario. No es posible que les duela haber acabado con la “población
flotante de cientos de miles de bachilleres sin cupo o con los adultos mayores
marchando para cobrar unos 30 dólares mensuales de pensión o con los cientos de
miles de compatriotas accediendo a vivienda digna. Esto no es racionalmente
posible. Las capas medias, buenas y nobles en esencia han sido vulgar, grosera
y diabólicamente manipuladas por unos empresarios inescrupulosos y unos medios
cuyo poder ha sido fatalmente puesto al servicio de los intereses más oscuros
que la historia de la humanidad recuerde.
De allí que debamos convocarnos a una cruzada de salvación de
estos sectores medios, sin los cuales, el cuadro de justicia, equidad y
libertad de la patria bonita estará fatalmente incompleto. Vamos a tocar sus
fibras más nobles, vamos a timbrar su espíritu cristiano de justicia y amor,
vamos a dedicar el tiempo que sea necesario en demostrar las bondades de este
hermoso proceso. Estemos atentos a cualquier ejercicio de autocrítica si es
necesario, abrámosles campo en el ámbito de nuestra estupenda Constitución y
nuestro II Plan de gobierno, demostrémosles que es de ellos, que es nuestra,
que es de todos nosotros y para todos nosotros y empezaremos a ver el despertar
de estos hermanos. ¡¡¡Amén y que así sea!!!
¡CON CONCIENCIA Y ÉTICA VENCEREMOS!
¡CON HUMANA GENEROSIDAD VENCEREMOS!
¡CHÁVEZ ES SOCIALISMO!
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