
En la década de los 80 las
draconianas recetas económicas impuestas por el Banco Mundial y el FMI a
distintas repúblicas latinoamericanas eran conocidas como «el paquete». La
palabra «paquete» tiene mala fama en español, principalmente en Latinoamérica, donde
es sinónimo de engaño. Su uso y estricta aplicación determinó el levantamiento
popular contra el presidente Carlos Andrés Pérez en 1989, quien llegó a decir
que nunca se debió usar esa palabra, sino un eufemismo que engañase al pueblo.
Alguno de los miembros de su gobierno, como Moisés Naim, pontifican hoy desde
EUA sobre las bondades del neoliberalismo desde su principal medio de difusión
en español: El País.
El Estado español acaba de
recibir la puntilla a su «paquete» con un préstamo que lo endeuda por más de
100.000.000 millones de euros, más intereses, condenándolo a una más que
probable carrera a la miseria de sus ciudadanos, empezada hace ya unos años por
sus más de 5 millones de desempleados y sus familias, cada vez con menos
derechos políticos y sociales.

Este dinero sólo servirá para
contraer una nueva deuda, aún más pesada, que no generará riqueza ni trabajo,
sólo saneará balances de bancos que deberían estar cerrados por quiebra: ¿No
vivimos en una sociedad libre de mercado?
Mientras, Rajoy y sus ministros
harán gala de artificios léxicos como «no nos han rescatado, nosotros hemos
exigido la intervención», hasta llegar al consabido «no estaba muerto, estaba
de parranda» o al «cese temporal de convivencia», que es la forma tonta de
llamar al divorcio, en este caso, entre gobernantes y gobernados.
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