Martín Guédez
Realmente imposible encontrar en
la historia de las elecciones propias de la democracia burguesa alguna en la
cual el enemigo histórico tenga más en juego. El capitalismo se juega a
Rosalinda con todo y los dados. Enfrenta una gravísima crisis producto de sus
propios desvaríos y ambiciones desbocadas. Sólo podrá salir de ella –para
horror de la humanidad- si logra regresar la rueda de la historia a tiempos en
los cuales accedió a nuestros recursos naturales como si fueran propios. No
existe la URSS, el campo socialista no posee hegemonía militar capaz de
obligarlo a pensar antes de agredir. Un gran obstáculo separa al capitalismo
del sueño restaurador: la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez Frías y el
despertar de los pueblos.
El dilema hemos de colocarlo en
su justa dimensión. El capitalismo sí tiene programa de gobierno. No es cierto
que no lo tenga. Impresentable pero lo tiene. Su programa de gobierno es el
único programa histórico que arrasó con más de un millón de republicanos
españoles de la mano de Franco. Es también el programa de Pinochet en el Chile
del presidente mártir Salvador Allende. Es el programa que aplicó en
Afganistán, en Iraq o más recientemente en Libia. Es ese y no tienen otro
porque para vencer a los pueblos necesitan del engaño y de la fuerza jamás de
la razón ética. Para la Venezuela Bolivariana claro que el imperialismo tiene
su “programa” Un “programa” de extirpación –como se hace con una espinilla
molesta en la cara- de todo vestigio de soberanía e igualdad germinando en
nuestra Revolución acompañada de su pueblo más consciente.
Todo cuanto pueda imaginarse y
aún más se pondrá al servicio de esta operación quirúrgica contra la Revolución
Bolivariana. Históricamente los pueblos vencen a los más feroces imperios
cuando los enfrenta armado de resolución y conciencia. Nuestro pueblo venció al
imperio español y volverá a hacerlo contra las fuerzas demoníacas del momento
si toma plena conciencia de su insuperable papel histórico en defensa de la
humanidad. Por nuestras venas corre sangre de libertadores. Corre sangre y
espíritu de Bolívar, cuya gota única bastaría para vencer todos los imperios.
La batalla exige entendimiento y
razón. El enemigo se disfraza de las más impensables maneras. La confusión, el
engaño y el desaliento son sus principales armas previas al uso de las armas de
plomo y fuego. Estas saldrían a relucir sólo si derrotan al pueblo en el ámbito
de las ideas. En esa etapa se encuentra la derecha en este momento. Es la etapa
del engaño, de la confusión, del desaliento inducido.
Debemos estar prevenidos. Jamás
seríamos derrotados en la batalla de las ideas porque si, parafraseando a don
Miguel de Unamuno “para vencer les sobra la fuerza, para convencer necesitan la
razón y esa no la tendrán nunca” Si nuestras ideas van acompañadas –como debe
ser- por acciones coherentes con estas ideas no sólo los venceremos sino que no
se atreverán a provocar la ira de un pueblo consciente.
Ofrecerán –como en el cuento del
lobo y los corderitos- amor y servicio enmascarados de buena gente amigos de
los humildes. Pedirán –justo como en el cuento citado- que el pueblo abra sus
puertas mostrando sus pezuñas de lobos blanqueadas con harina. Si el pueblo
–confundido- abre la puerta se darán el festín sanguinario tragándose a los
“corderitos”. Así lo han hecho siempre. Es su naturaleza, como la del alacrán.
Ahí está la historia como profeta que mira hacia atrás. Conducido al sepulcro
Bolívar la venganza contra el pueblo hizo palidecer la violencia de los
colonizadores españoles.
Pueblo de Venezuela: nunca antes
la responsabilidad del voto fue tan dramáticamente trascendente Estamos obligados por la historia a no
esterilizar el sacrificio de aquel hombre colgado de la cruz en el Gólgota.
Tenemos la responsabilidad ineludible de fecundar con patria e igualdad la
soledad de San Pedro Alejandrino y gritar exultantes “No araste en el mar
Padre, tenemos patria” tenemos que bañar de luz la mesa encementada de aquella
escuelita en La Cañada con los ojos del Che escudriñando los haceres de los
pueblos.
Pueblo de Venezuela ¡Tú tienes la
palabra!
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