Esta semana se sumó a las
declaraciones del exgobernador David De Lima, William Ojeda. No se trata de
cualquier persona. Estamos hablando de un diputado de la República, activista
opositor y, hasta el día de su pronunciamiento, primer vicepresidente de Un
Nuevo Tiempo (UNT).

No me interesan las razones
coyunturales de las afirmaciones de William Ojeda, pero vaya si me importan los
motivos estructurales. Por muy opositor que se sea, no hay nada que pueda estar
por encima de los intereses del pueblo venezolano. William Ojeda no hizo otra
cosa que fungir como un antivirus frente a “paquetazos neoliberales” que están
en los planes de Capriles y su extrema derecha.
No comparto posturas ideológicas
con William Ojeda, pero cuánto hubiera sido necesario que antes del Caracazo,
hubiesen salido a la luz críticas del mismo seno de la IV República, capaces de
evitar esa injusta e histórica masacre.
El caso de William Ojeda es
paradigmático, porque siendo uno de los protagonistas de la oposición
venezolana, tuvo el ímpetu y la valentía de contravenir al candidato opositor
(Capriles Radonski) y al partido político (Primero Justicia) que en estos
momentos tiene los cobres y el apoyo gringo para hacer lo que le dé la gana con
la oposición.
Para nadie es un secreto que la
oposición venezolana ha sido maltratada por lo “hijos de papi y mami”, por la
oligarquía, por los sifrinitos de ese sector.

Pensaba que lo peor que le podía
pasar a Venezuela era la IV República, ahora me doy cuenta que hay algo peor:
un partido neofascista como Primero Justicia y un candidato de extrema derecha
como Capriles, dispuestos a convertir el Caracazo en un “Venezolanazo”, después
de hacerse del poder en el país con las mayores reservas de petróleo. Si Carlos
Andrés Pérez es el pasado, Capriles Radonski es la prehistoria de la política,
la cara visible de quienes pretenden cambiar la República Bolivariana de Venezuela
por la empresa privada Venezuela Compañía Anónima.
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