Martin Guedez
Estamos a muy pocos días de tomar
una decisión trascendental. Una decisión que posee la profundidad de las cosas
más sencillas. Optar por la revolución de los pobres, excluidos e ignorados o
alinearse con los enemigos del pueblo y por tanto de Jesús. Decirle NO a los
enemigos de la vida y del reino de Dios en la tierra o llamarlos a la
restitución de la infamia con votando por los depredadores de la humanidad.
Hace dos mil años un pueblo
engañado pidió ¡Crucifíquenlo! Hoy no puede repetirse la traición de esa plaza
que condujo a Jesús a la muerte en el Gólgota. Aquellos que nos llamamos -y
pretendemos serlo- cristianos, no podemos dudar. La adhesión a Cristo no se
expresa mediante la celebración de actos cultuales (Misas y ritos) Estos son
una parte apenas formal, destinada a conformar y ofrecer ciertos elementos
propios de la práctica religiosa. La adhesión a Cristo se verifica en su
seguimiento incondicional. Este seguimiento toma cuerpo y se verifica de verdad
en el acto de seguir los caminos que Él transitó, hacer las elecciones que Él
hizo y, en fin, reproducir en nuestras vidas sus mismos actos y ejemplos.
En el sentido más amplio puede
afirmarse que en términos de comprobación el cristiano debe ser amigo de sus
amigos, andar con quienes Él anduvo y enfrentarse a quienes Él se enfrentó y lo
condujeron a la muerte. Cualquier otra cosa o cualquier otra elección es un
acto falaz y fraudulento de la esencia cristiana. Esto es así indiferentemente
de que una parte gruesa de la jerarquía católica esté alineada, como lo ha
estado por siglos, con la mentira y la muerte encarnada en los ricos
explotadores y en el imperio avasallador de cada tiempo.
Jesús fue de hecho un
revolucionario y un inconformista con respecto a la situación religiosa y la
actitud de sacerdotes y pontífices. Jesús luchó contra cualquier tipo de fuerza
social que deshumanizara al hombre y le causara la muerte. En este sentido la
lucha de Jesús fue para que el hombre viva en justicia e igualdad. En esa lucha
Jesús fue descubriendo que las fuerzas de la muerte se justificaban a sí mismas
desde posiciones religiosas. Por ello buena parte de su actividad se dirigió a
desenmascararlos. Esa actividad controversial de Jesús le ocasionó numerosos
ataques y persecuciones y en último término lo condujo a la muerte. Los agentes
de la opresión contra quienes luchó le dan muerte del mismo modo que hoy
intentan dar muerte a su mensaje revolucionario encarnado en este proceso de
cambios encarnado en Chávez y la Revolución Bolivariana.
Compatriotas cristianos: Jesús
anuncia el Reino de Dios a los pobres, Jesús
anuncia la vida a aquellos que menos la tienen. Que Dios sea Dios de
vida tiene que pasar por una verificación histórica que no es otra que dar vida
a los secularmente privados de ella y estos no son otros que las mayorías
pobres y oprimidas ¿Quiénes son los pobres y oprimidos? Esto se deduce del
significado de pobres en Isaías 61, 1-2ª y 58,6 Veamos: Pobres son todos
aquellos que gimen doblegados bajo cualquier tipo de yugo, exclusión o
explotación, y por ello la misión de
Jesús -por tanto la misión de cada una y cada uno de nosotros- es la de una
liberación total que haga humana a la humanidad, y muy específicamente, la
liberación de la miseria moral y material del capitalismo encarnado hoy en este
prototipo moderno llamado Capriles Radonsky y sus secuaces sin importar cuáles
son sus disfraces del siglo XXI.
La visión de Dios que tiene Jesús
le fuerza a predicar y actuar a favor de la vida y de su plenitud y para que
esta prédica sea realista, Jesús, como los profetas, se solidariza y fija su
atención en aquellos lugares donde más precaria, más amenazada o inexistente
esta la vida humana. Jesús constata que la ausencia de vida y su aniquilación
no es inocente, es fruto del pecado del egoísmo, de la explotación y el robo,
de allí sus reproches y anatemas. Jesús es radical en su condena: “Ay, de
vosotros los ricos” (Lc. 6, 24). Proclama una condena absoluta a la riqueza, en
primer lugar por las consecuencias para el propio sujeto rico (“Ya habéis
recibido vuestro consuelo”) (Lc 6, 20).
Pero, sobre todo, condena la raíz
intrínseca de la malicia de la riqueza, que es relacional: La riqueza es
injusta. Toda forma de riqueza desproporcionada es fruto del robo. Jesús
condena la forma capitalista de vida en Lucas 16 y Mateo 6, cuando expresa que
“no se puede servir a dos señores al mismo tiempo porque se servirá a uno y se
traicionará al otro. No se puede servir a Dios (la patria, la familia o la
vida) y al dios dinero, porque se traicionará a Dios (a la Patria, la familia o
la vida) para servir al Dios dinero. Una condena más clara y contundente del
capitalismo como sistema basado en el robo y la acumulación de capital es
difícil de encontrar.
El papa León XIII, en su Encíclica Rerum Novarum, a
comienzos del siglo XX, decía: “La riqueza es injusta, no sólo porque quien la
posee la ha adquirido con malas artes, sino también, de un modo más general,
porque en el origen de casi todas las riquezas hay alguna forma de robo”.
Un cristiano pues, no puede hacer
otra opción que la misma que hizo Jesús. La opción por la vida, la igualdad, la
justicia y la equidad. Un cristiano honesto y sincero no tiene más opción que
votar por Chávez el 7 de octubre. Jesús
así lo enseña. Jesús estará con nosotros y votará por Chávez.
¡CON JESUS, CON BOLÍVAR Y CHÁVEZ
VENCEREMOS!
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