La Jornada
No es fácil escapar de nuestra
piel y ver al mundo de una forma diferente a como se nos presenta día con día.
Pero es útil intentarlo. Probemos con algunos ejemplos.
Los tambores de guerra están
batiendo cada vez con más fuerza respecto de Irán. Imaginemos que se invirtiera
la situación.
Irán está librando una mortífera
y destructiva guerra de bajo nivel contra Israel, con participación de las
grandes potencias. Sus líderes anuncian que las negociaciones no están llegando
a nada. Israel se niega a firmar el tratado de no proliferación nuclear y a
permitir inspecciones, como ha hecho Irán. Israel sigue rechazando los
abrumadores exhortos internacionales para establecer una zona sin armas
nucleares en la región. A lo largo de todo el proceso, Irán cuenta con el apoyo
de su padrino, la superpotencia.
Los líderes iraníes anuncian
entonces sus intenciones de bombardear a Israel. Destacados analistas militares
iraníes señalan que el ataque podría ocurrir antes de las elecciones en Estados
Unidos.
Irán puede utilizar su potente
fuerza aérea y los nuevos submarinos enviados por Alemania, armados con misiles
nucleares y estacionados frente a la costa de Israel. Sea cual fuera el
calendario, Irán cuenta con que la superpotencia que lo respalda participe en
el ataque, si es que no lo encabece. Leon Panetta, secretario estadunidense de
Defensa, declara que si bien no está en favor de un ataque de esa naturaleza,
como país soberano Irán puede actuar conforme más le convenga.
Todo esto, por supuesto, es
impensable aunque de hecho está sucediendo con los personajes invertidos. Es
verdad, las analogías nunca son exactas y ésta es injusta... para Irán.
Al igual que su padrino, Israel
recurre a la violencia a voluntad. Persiste en los asentamientos ilegales en
los territorios ocupados, algunos de ellos ya anexados, en un desafío descarado
del derecho internacional y del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En
repetidas ocasiones ha lanzado ataques brutales en contra de Líbano y de la
enclaustrada población de Gaza, matando a decenas de miles de personas sin
ningún pretexto creíble.
Hace 30 años, Israel destruyó un
reactor nuclear iraquí, acto que recientemente ha recibido encomios, evitando
las sólidas evidencias, incluso de los servicios secretos estadunidenses, de
que ese bombardeo no le puso fin al programa de armas nucleares de Saddam
Hussein, sino más bien lo inició. El bombardeo de Irán podría tener el mismo
efecto.
Irán también ha lanzado
agresiones, pero en los últimos siglos sólo lo hizo durante el régimen del sha,
que contaba con el apoyo de Estados Unidos, cuando conquistó las islas árabes
del golfo Pérsico.
Irán emprendió su programa de
desarrollo nuclear con el sha, con el fuerte apoyo oficial de Estados Unidos.
El gobierno iraní es brutal y represivo, como lo son los aliados de Washington
en la región. Su aliado más importante, Arabia Saudita, es el régimen
fundamentalista islamita más extremo y gasta enormes fortunas para difundir sus
doctrinas radicales wahabitas en otros países de la región. Las dictaduras del
golfo Pérsico, también aliados favorecidos por Estados Unidos, han reprimido
durante cualquier intento popular por participar de la primavera árabe.
El Movimiento de los Países No
Alineados –los gobiernos de la mayoría de la población mundial– se reunió
recientemente en Teherán. El grupo ha endosado fervorosamente el derecho de
Irán a enriquecer uranio y algunos de sus miembros, como India, por ejemplo,
aplican el duro programa de sanciones estadunidenses sólo de forma parcial y
con reticencias
Los delegados del Movimiento de
los Países No Alineados reconocen la amenaza que domina la discusión en
Occidente, articulada lúcidamente por el general Lee Butler, ex jefe del
comando estratégico de Estados Unidos: Es peligroso en extremo que, en el caldero
de animosidades que llamamos Medio Oriente, una nación se equipe con armas
nucleares, lo cual inspira a otras naciones a hacer lo mismo.
Butler no se refería a Irán, sino
a Israel, que en los países árabes y en Europa se considera que constituye la
mayor amenaza para la paz en la región. En el mundo árabe, Estados Unidos está
clasificado en el segundo lugar de las amenazas mientras que Irán, aunque no lo
quieren, provoca mucho menos miedo. Efectivamente, muchas encuestas señalan que
la mayoría considera que la región sería más segura si Irán tuviera armas
nucleares para contrarrestar las amenazas que perciben.
Si Irán efectivamente está
avanzando para dotarse de armas nucleares –cosa que hasta ahora no saben los
servicios secretos estadunidenses–, podría deberse a que se siente inspirado a
hacerlo por las amenazas israelíes y estadunidenses, emitidas sistemáticas en
violación explícita de la Carta de Naciones Unidas.
¿Por qué entonces el discurso
occidental oficial presenta a Irán como la mayor amenaza para la paz mundial?
La razón principal es reconocida por las fuerzas armadas y los servicios
secretos estadunidenses e israelíes: Irán podría disuadir a Estados Unidos e Israel
de recurrir a la fuerza.
Aun más, Irán debe ser castigado
por su exitosa rebeldía, que fue la acusación de Washington contra Cuba hace
medio siglo, y que sigue siendo la fuerza motriz de los ataques estadunidenses
contra la isla, a pesar de las condenas internacionales.
Otros eventos que se presentan en
la primera plana de los diarios podrían beneficiarse también si los vemos desde
otra perspectiva. Supongamos que Julian Assange hubiera publicado documentos
rusos que revelaran información importante que Moscú quisiera ocultar del
público, y que las demás circunstancias fueran idénticas.
Suecia no titubearía en realizar
su único interés anunciado, aceptando el ofrecimiento de interrogar a Assange
en Londres. Declararía que si el fundador de Wikileaks regresara a Suecia (como
él mismo ha aceptado hacer) no sería extraditado a Rusia, donde son muy escasas
las posibilidades de que tenga un juicio justo.
Suecia sería reconocida por su
posición conforme a sus principios. Julian Assange sería elogiado por realizar
un servicio público; lo que, por supuesto, no obviaría la necesidad de tomar
las acusaciones en su contra tan en serio como en cualquier otro caso de ese
tipo.
La noticia más destacada del día
en Estados Unidos son las elecciones. Louis Brandeis, juez de la Suprema Corte
estadunidense, ofreció una perspectiva muy apropiada con estas palabras:
Podemos tener democracia en este país, o podemos tener la riqueza concentrada
en manos de unos cuantos, pero no podemos tener las dos cosas al mismo tiempo.
Guiados por esa perspectiva, la
cobertura de las campañas electorales deberían concentrarse en el efecto de la
riqueza en política, analizado ampliamente en el reciente estudio de Martin
Gilens, Prosperidad e influencia: La desigualdad económica y la fuerza política
en Estados Unidos. Él encontró que la gran mayoría es incapaz de influir en la
política del gobierno cuando sus preferencias divergen de las de los ricos, los
cuales básicamente obtienen lo que quieren cuando algo les importa.
No es sorprendente, pues, que en
una reciente clasificación de los 31 miembros de la Organización de Cooperación
y Desarrollo Económico, Estados Unidos haya quedado en el lugar número 27 en
terminos de justicia social, a pesar de sus extraordinarias ventajas.
Ahora bien, el tratamiento
racional de los asuntos tiende a evaporarse en las campañas electorales, en
formas que a veces rayan en la comedia.
Para poner un ejemplo, Paul
Krugman asegura que el tan admirado Gran Pensador del Partido Republicano, Paul
Ryan, reveló que sacó sus ideas sobre el sistema financiero del personaje de
una novela de fantasía –Atlas Shrugged, de Ayn Rand–, que aboga por el uso de
monedas de oro en lugar de papel moneda.
Solamente queda inspirarnos en un
escritor realmente distinguido, Jonathan Swift. En Los viajes de Gulliver, los
sabios de Lagado llevan consigo a cuestas todas sus pertenencias, que utilizan
en los trueques sin las molestias del oro. Entonces la economía y la democracia
podrían florecer verdaderamente. Y, lo mejor de todo, las desigualdades se
reducirían notablemente, lo que sería un regalo para el espíritu del juez
Brandeis.
Noam Chomsky es profesor emérito
de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en
Cambridge, Massachusetts
(La recopilación de artículos más
reciente de Noam Chomsky es Making the Future: Occupations, Interventions,
Empire and Resistance).
Fuente:
http://www.jornada.unam.mx/2012/09/09/index.php?section=opinion&article=024a1mun
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