Belén Fernández
Al Jazeera
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El periodista de investigación
Nir Rosen escribió una vez acertadamente sobre la tendencia del periodismo
dominante occidental de restar importancia a tendencias desfavorables que
ocurren en el contexto de las operaciones militares de EE.UU. en el exterior:
“Los grandes escándalos como Abu Ghraib o el “Equipo de la Muerte” en
Afganistán, terminan por llegar a los medios donde pueden ser descartados como
manzanas podridas y excepciones, y se puede ignorar la opresión generalizada de
las ocupaciones”.
Tal vez se pueda utilizar una
especie de argumento similar respecto a incidentes como la masacre del 7 de
agosto en el templo sij en Wisconsin, perpetrada por Wade Michael Page, un
exespecialista condecorado en operaciones especiales del ejército, y neonazi.
Aunque cualquier explicación del evento aprobada por el Pentágono
indudablemente se basará en una supuesta manzana podrida, medios como el
Christian Science Monitor han cuestionado si la intersección de entrenamiento
militar y de extremismo racista en el caso de Page no apunta en los hechos a un
modelo más amplio.
Señalando que organizaciones de
derechos civiles como Southern Poverty
Law Centre “han advertido de que grupos de odio alientan a sus miembros a
unirse [a las fuerzas armadas] para obtener entrenamiento y experiencia que
posteriormente pueden utilizar para perpetrar crímenes en EE.UU., Anna Mulrine
de CSM escribe:
“La División de Investigación
Criminal del Ejército realiza una evaluación de la amenaza de actividad
extremista y de pandillas entre el personal del Ejército. ‘Cada año, vuelven
con “mínima actividad”, lo que es inexacto’, Scott Barfield, un exinvestigador
de pandillas en el Departamento de Defensa, dijo al Southern Poverty Law Centre
en su informe de 2006 'A Few Bad Men'. 'No es epidémico, pero hay mucha
evidencia de que hablamos de cifras que ascienden a miles, solo en el
Ejército’.”
Ejército irregular
El servicio militar de Wade
Michael Page terminó antes de la inauguración de las guerras de EE.UU. del
Siglo XXI, cuando –como documenta el periodista Matt Kennard en su libro
Irregular Army: How the US Military Recruited Neo-Nazis, Gangs, and Criminals
to Fight the War on Terror– los insuficientes niveles de alistamiento
condujeron a un abandono de ciertos estándares de reclutamiento y a la
creciente llegada de elementos desagradables a las fuerzas armadas de la
nación.
Según un informe de 2005
auspiciado por el propio Departamento de Defensa de EE.UU., “los militares
tienen una política de ‘no preguntes, no lo digas’ respecto al extremismo”. Sin
embargo, las investigaciones de Kennard sugieren que incluso “revelaciones”
evidentes a menudo no tienen repercusiones significativas. Para comenzar,
informa de que telefoneó a cinco centros diferentes de reclutamiento del
ejército, presentándose como candidato a soldado que quería saber si su tatuaje
de relámpagos de la SS nazi bloquearía sus aspiraciones. La conclusión: “A
pesar de que se describe en las regulaciones del ejército como un tatuaje que
hay que identificar, ninguno de los reclutadores reaccionó negativamente y,
cuando insistió respecto al tatuaje, ni uno solo dijo que sería un problema”.
Incluso más reveladoras son las
relaciones de Kennard con Forrest Fogarty, un veterano de la guerra de Irak y
“supremacista del tipo que idolatran seriamente a Hitler”, con quien Kennard se
reúne en Tampa y lo acompaña a una excursión al zoo con dos hijos de Fogarty.
Antes de partir a su estadía en
Irak, Fogarty se inscribió en Hammerskin Nation, “descrita por la Liga contra
la Difamación como el ‘grupo de skinheads nazis más violento y mejor organizado
en EE.UU.’” Aunque su amiga trató de frustrar su partida presentando –a sus
superiores militares– fotografías de Fogarty en mítines neonazis y presentaciones
de su grupo de rock nazi, perseveró rápidamente frente al comité militar
asignado para analizar las circunstancias: “Simplemente lo negué y dije que mi
amiga era una perra despechada, lo que es verdad”.
Guerras interiores
Dirigentes del movimiento
supremacista blanco consideran el alistamiento como un medio de preparación
para una guerra racial interior. Aparte del entrenamiento general para el
combate, las ventajas del puesto incluyen acceso a un laboratorio de iraquíes y
otros susceptibles para deshumanizar los maltratos así como oportunidades de
enviar AK-47 e ítems relacionados a EE.UU.
Como demuestra Kennard, la guerra
racial no es el único conflicto interior al cual contribuye la decadencia de
los estándares de reclutamiento militar. Según un informe del FBI de 2007,
“miembros de casi cada pandilla callejera de importancia han sido identificados
en instalaciones militares en el interior y el exterior”. Los autores del
informe advierten de que: “Soldados actual y anteriormente afiliados a las
pandillas transfieren su entrenamiento y conocimiento militar a la comunidad y
los emplean contra agentes del mantenimiento del orden, que normalmente no han
sido entrenados para enfrentar a gángsteres con experticia militar”.
Veteranos estadounidenses ante creciente riesgo de suicidio
Kennard cita estadísticas
obtenidas por el Michael D Palm Centre mediante la Ley de Libertad de la
Información, que revelan la proliferación en las filas militares de criminales
y otros individuos con una cualificación semejante. El Palm Centre, una unidad
oficial de investigación de la Universidad de California en Santa Barbara,
resumió sus resultados como sigue:
“Los datos indican que desde 2003
hasta 2006, los militares permitieron que 4.230 criminales se alistaran bajo el
programa de ‘dispensas morales’… Además, se permitió que 43.977 individuos
condenados por felonías graves como asaltos se alistaran bajo el programa de
dispensas morales durante ese período, así como 58.561 culpables del uso de
drogas ilegales. En el ejército, las ofensas permisibles incluyen amenazas
terroristas, asesinatos, y secuestros.”
Según Kennard, dos de las
amenazas terroristas moralmente dispensadas incluyeron ataques con bombas en el
interior del país.
En cuanto a las dispensas por
salud mental, el prestigioso experto en salud mental del ejército, el coronel
Elspeth Ritchie, justificó el envío al combate de soldados con el diagnóstico
de síndrome de estrés post traumático sobre la base de que “el reclutamiento ha
sido difícil. Y por lo tanto hemos tenido que sopesar las necesidades del
ejército, las necesidades de la misión, con las necesidades personales de los
soldados.”
Qué es lo que nos espera
Irregular Army comienza con una
cita del Siglo V sobre la decadencia del Imperio Romano del observador militar
Flavio Vegecio Renato: “Un ejército alistado sin la adecuada atención a la
selección de sus reclutas nunca ha resultado bueno a lo largo del tiempo; y
ahora estamos convencidos, por cruel experiencia, de que éste es el origen de
todas nuestras desgracias.”
Aunque ciertamente la decadencia
imperial de EE.UU. no es motivo de lamento, tal vez el establishment militar
debería considerar las repercusiones de las decisiones de utilizar y volver a
utilizar neonazis, pandilleros, criminales y enfermos mentales con el objetivo
ostensible de sostener el imperio.
Aparte de un probable aumento de
incidentes como la masacre del templo sij, para no hablar de crecientes casos
de suicidios resultantes del servicio militar, es evidente que una creciente
militarización de la fuerza policial de EE.UU. a fin de enfrentar a matones con
entrenamiento militar con planes destructivos en el interior no sería una buena
noticia para la población civil.
Kennard señala que funcionarios
municipales en Salinas, California, ya han estudiado un enfoque militar frente
al problema de las pandillas, asociándose “con veteranos de combate y
profesores de la Escuela de Posgrado Naval para preparar una operación de
contrainsurgencia comparada por los veteranos con las que se libraron contra los insurgentes en las calles
de Mogadishu y Faluya”.En vista de que contrainsurgencia es a menudo sinónimo de castigo colectivo, es posible que los no insurgentes no logren comprender los beneficios en situaciones semejantes.
En cuanto a otros grupos que se beneficiarían con la metamorfosis policial, el New York Times escribió en diciembre de 2011: “Últimamente las imágenes de protestas de Ocupy que aparecieron en Internet –a menudo en tiempo real– muestran con qué facilidad los agentes de la policía pueden adoptar tácticas y equipos al estilo militar y parecerse a soldados en sus enfrentamientos con los ciudadanos”.
La absorción de tácticas pensadas para utilizarlas contra enemigos exteriores en los métodos no solo de extremistas racistas y pandilleros, sino también de personal de mantenimiento del orden en su trato con los ciudadanos que ejercen sus derechos civiles, por cierto conducirá a tiempos irregulares.
Belén Fernández es autora de The
Imperial Messenger: Thomas Friedman at Work, publicado por Verso en 2011. Es
miembro del consejo editorial de Jacobin Magazine y sus artículos se han
publicado en London Review of Books, AlterNet y muchas otras publicaciones
Fuente:
http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2012/07/2012711121224166933.html
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